Este pasado domingo, 30 de noviembre de 2020, he vuelto a visitar con uno de mis compañeros de exploraciones y aventuras la mina de Urruzuno, la única mina subterránea que todavía perdura en Elgoibar, y como viene siendo habitual, hemos vuelto a comprobar que en cada salida aprendemos o nos percatamos de algo nuevo. Tal y como le comenté a Javier Vargas dentro de la mina mientras examinábamos sus paredes, la próxima noticia que iba a escribir tenía que ser sobre la calcopirita en la antigua mina de Talaixa, ya que estaba viendo lo que hace décadas me había llamado la atención en su interior. Pero empecemos por el principio y pongámonos al corriente sobre esta desaparecida mina.
Gracias a la información que recibió el Grupo Espeleológico Morkaiko en 1975 sobre la existencia de una cueva en la barranca de Morterika, pude descubrir esta antigua y desconocida mina que todavía sigue siendo un misterio. A pesar de que la roca en que se desarrollaba no era caliza, en una primera inspección la catalogamos provisionalmente como cueva debido a sus concreciones de carbonato o espeleotemas; pero en cuanto realizamos su topografía quedó de manifiesto que nos encontrábamos en una cavidad artificial. Sobre todo fueron los 36 lucernarios excavados en ambas paredes de la galería los que no dejaban lugar a dudas sobre su origen y su antigüedad. Al parecer, los romanos utilizaron esta forma de iluminación y en nuestra provincia existen variados y buenos ejemplos de ello.
Primera fotografía del interior de la mina de Talaixa, en la que se puede observar el tipo de formaciones calcáreas que se podían encontrar en su interior. Fotografía: Angel Mª Tobajas (1976), antiguo Grupo Espeleológico Morkaiko. |
Los lucernarios de la mina de Talaixa consistían en unas hornacinas rectangulares de 20 cm de largo por 12 cm de alto y 10 de fondo, y su función sería la de alojar lámparas de aceite que iluminarían la galería. Además aparecían excavados a intervalos más o menos regulares a 160 cm del suelo. Con buen criterio, los lucernarios aparecían tras el recodo en el que concluía la zona de la entrada de la mina, justo donde se iniciaba una oscuridad casi total, pero inexplicablemente desaparecían por completo en su segunda mitad. Quedaba claro que en la etapa final de la excavación de la mina ya había cambiado el sistema de iluminación, lo que también puede indicar que su excavación también fue muy posterior a la de la mitad inicial. Incluso en la sección de la galería de la segunda mitad de la mina se observaba una disminución en sus medidas, sobre todo en altura, lo que obligaba a avanzar agachado.
Pero la labor minera en Talaixa no sólo se hacía patente en el interior de la mina, también en el exterior era evidente que se había dado esa labor a cielo abierto debido a la localización de su boca al final de una gran trinchera de unos 20 metros de desarrollo y 4 de anchura, que concluía bruscamente en una pared de más de 6 metros de altura junto a la mina. Este gran socavón del terreno totalmente discordante con la orografía del entorno era nuestra mayor referencia para localizar la mina entre la intrincada vegetación de la zona. Además, el volumen de terreno excavado en este socavón no era inferior al excavado por la mina. Quizás la primera explotación minera en Talaixa fue a cielo abierto, y posteriormente se realizó de manera subterránea con técnicas mineras romanas.
Desgraciadamente, durante las inundaciones de 1988 se produjo un gran corrimiento de tierras en Talaixa que sepultó completamente la trinchera de acceso a la mina y, por ende, su boca. Con dicho corrimiento también quedó sepultada una de las numerosas incógnitas que no habíamos logrado resolver, como era el tipo de mineral que se extrajo de ella. Teníamos alguna idea, ya que Javier Vargas había recogido algunas muestras de minerales de calcopirita en sus proximidades; pero en su interior el único vestigio de mineral que habíamos encontrado era una colada en la parte inferior de su única galería cubierta con unos brillantes óxidos achocolatados que delataban la presencia de algún mineral. A pesar de ello, como nos habíamos negado a destruir aquella vistosa formación para descubrir el mineral que había originado aquella colada con óxidos tan brillantes y llamativos no conseguimos extraer de la mina ninguna muestra que nos confirmara el mineral que se explotaba en ella.
Después de casi 4 décadas, mientras el pasado domingo contemplaba la costra de óxidos achocolatados que recubren la pared de la mina de Urruzuno me reencontré contemplando la colada achocolatada que parecía surgir al pie de una de las paredes de la desaparecida mina de Talaixa. Enseguida comprendí que ese es el tipo de colada que forma la degradación de la calcopirita por la acción del húmedo ambiente de la galería, y ahora más que nunca estamos convencidos de que la mina de Talaixa fue una mina de calcopirita.
Artículo de Angel Mª Tobajas, Morkaikoko Leizarpe Espeleologia Taldea.
Fotografías: ©Angel Mª Tobajas